martes, 14 de julio de 2009

La cita





Anoche hizo un viento terrible. Era tan ruidoso que varias
veces me desperté por el ruido que hacia al golpear la ventana. Esta mañana abrí los ojos convencido de que todavía haría ese fuerte viento, estuve remoloneando entre las sabanas durante un breve tiempo, no se pq ahora estoy despierto antes de que suene el despertador del teléfono. Las horas de la mañana son insoportables, los pensamientos que creía haber dejado atrás con el sueño vuelven a asaltarme y no hay nada ni nadie que me ayude a distraerme.
Repito mecánicamente el ritual del aseo vespertino. Delante de la taza de café las lágrimas caen silenciosas por mis mejillas. "¿Por qué lloro?" y desolado o furioso me digo "hay muchas cosas que ordenar en uno mismo, hay proyectos, y en esos proyectos hay inseguridades…"
Son las 8.30 mientras miro los escaparates, espero a la cita que tenía prevista. Han pasado dos días desde que supe lo de María. Evoco su recuerdo, lo nervioso que estaba el día que nos vimos y lo decepcionado y amargo de la despedida. Como un viejo sentimental que soy, esperaba algo diferente y más trivial, como un beso o una frase cariñosa. Y también me di cuenta de la sequedad de aquella frase de despedida, no había insensibilidad, sino la extrema tensión de una persona a punto de llorar. Las lagrimas que no brotan se depositan sobre el corazón, con el tiempo lo cubren de costras y lo paralizan como la cal que se deposita y paraliza el tambor de la lavadora.
Acaba de llegar la persona que tenía citada dirigiéndome hace ella, son la 8.45 y el número de María aparece en mi móvil en un mensaje. Un saludo escueto a la persona que tenia citada y "Adios" me mira con ojos resignados…

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